miércoles, 2 de noviembre de 2016

Día XXIX: 26.11.2015: Sarria > Portomarín (22.4Km);...regreso al pasado.



Iglesia de San Salvador, Srria.
  Odio las despedidas, ...y van ya unas cuantas: Ainhoa, Alicia, Juan y Carlos, Tim, Florian,...otra vez Ainhoa. Supongo que como creo haber comentado alguna que otra vez, es la otra cara del Camino; éste, no endurece sólo tus piernas, y a fuerza de decir adiós va forjando a también tus sentimientos. Así que decidimos no demorar la despedida, y tras un café con leche rápido (Grrraande, para Roy), nos dimos los correspondientes besos y abrazos y enfilamos aquella Rúa Maior, con la promesa de que a lo largo del día, como ya hiciéramos aquella noche en Puente La Reina, brindaríamos de nuevo por la inestimable chica de Zarautz. 





Río Sarria.


  Después de aquel adiós. y para que la mañana resultara aún  más melancólica,  el amigo Google predijo que llovería,...y llovió, y ahí anduvimos los ventidos kilómetros que nos separaban de Portomarín, con las nubes llorando sobre nosotros. Por lo que hoy, con el más mínimo chirimiri, decidí tirar de poncho y pantalón impermeables. Y es que a veces piensas:...me lo pongo,...no me lo pongo,...me lo pongo,...y en eso que dudas acabas calado. 


   Desde hace alrededor de un par de días venimos coincidiendo con estas dos chicas australianas. Es otra manera de afrontar el peso de levantarse cada mañana y ponerse a caminar. Digo ésto, porque siempre se van riendo. Es más, sabemos de su presencia en la distancia cuando escuchamos el eco de sus carcajadas rompiendo el silencio desde las profundidades de algún que otro bosque.



Iglesia de Santiago, Barbadelo.

 
  Con una lluvia que iba y venía,  y tras dejar atrás los núcleos urbanos de Paredes y Vilei, llegamos  hasta Barbadelo, un punto en el que gracias a un lugareño, no pasamos de largo de su iglesia de Santiago, un templo románico datado en el siglo XII, que a duras penas se mantiene como otros tantos en pie.
Mojón 100 Km a
Santiago de Compostela; Brea.

   Por pistas vecinales,  caminos de tierra y sendas, llegamos a Brea, el lugar en el que se encuentra este mojón que indica que restan 100Km para llegar hasta el final en Santiago; la distancia imprescindible para obtener la Compostela caminando a pie. Hay quien estabnlece, que esos "100Km exactos", se encuentran unos mentros más adelante; en fin, reajustes de distancias que es de suponer que a lo largo de los tiempos se habrán modificado.


Morgade (W.D.)
   Más tarde, y  atravesadas un sin fin de aldeas llegamos a Morgade, en donde tengo que suponer que existe vida humana, aunque solamente nos cruzáramos en sus calles con estas gallinas y un pero.










Rente.
  Como si de barreras arquitectónicas se tratara   fuimos cruzamo la  LU-5705, la LU-5709, la LU-4203, y esa inseparable LU-633, la carretera que nos había venido acompañado durante tres días. De este modo, el trazado de hoy  nos llevó a saber de la existencia de un montón de sitios de los que no tenía conocimiento: Rente, Ferreiros,  Mirallos, Pena, Montrás, Parrocha, Vilachá....


Mercadoiro.
  Al llegar a Mercadoiro un señor que regentaba una tienda en la que vendía todo tipo de souvenirs del Camino, me contó que el pueblo debía su nombre a un viejo mercado  que se empezó a hacer en la comarca a partir del siglo XIII, en el que se vendían e intercambiaban todo tipo de productos necesarios para los peregrinos que iban y venían de Santiago, y que finalmente aquel punto de compra-venta terminó por ser un asentamiento permanente de gentes que acabó en la aldea que es hoy.



Vilachá (W.D.).

   Los últimos dos kilómetros y medio de Vilachá a nuestro destino final en Portomarín transcurrieron por un firme de asfalto que paulatinamente picaba hacia abajo,  que nos  llevaron a cruzar un puente de algo así como 350m; seguramente el puente más largo de todos los que hemos encontrado desde que salimos de Francia. Echo la vista atrás, y podría afirmar que a lo largo de los veintidós kilómetros que anduvimos hoy, sólo nos cruzamos con el paisano de Barbadelo y el señor de la tienda de Mercadoiro...Eoeoo,...¿hay alguien ahí?



  Y por fin Portomarín, un pueblo que me trae gratos recuerdos, pues entre 1989 y 1992  el destino me llevó a vivir en Lugo, y en más de una ocasión me desplazába hasta aquí para comer en un bar que hay justo enfrente de su iglesia de San Nicolás en el que preparaban una fabada que era toda una delicatessen. Desgraciadamente el dueño se encontraba de vacaciones y el sitio estaba cerrado. No es que hubiese cenado abíchelas, evidentemente no estaba para correr  "riesgos" estomacales, pero sin duda me hubiese encantado entrar en él y recordar viejos tiempos.    Accedimos al pueblo por una escalinata por la que atravesamos uno de los arcos del reconstruido puente romano..




Embalse de Belesar, río Miño, Portomarín.

  Accedimos al pueblo por una escalinata que nos llevó a atravesar uno de los arcos del reconstruido puente romano de Portomarín. Debajo de las aguas del río Miño de este embalse de Belesar de la imagen  se encuentra el auténtico Portomarín. Una villa que ancestralmente tuvo su origen en dos poblados a ambas orillas del río Miño, que en tiempos de los romanos a alguien con sentido común, se le ocurrió unir   por medio de un puente. En la Edad Media la localidad debió adquirir cierta relevancia,  pues los Caballeros de la Orden de San Juan construyeron en el lugar un hospital para peregrinos y su iglesia fortaleza de San Juan. Además,  monarcas como  los Reyes Católicos, Carlos V, y Felipe II, no dejaron de visitar en sus reinados Posteriormente, en 1931 al municipio se le concedió el título de monumento artístico nacional, un privilegio que le duraría hasta la década de 1960, momento en el cual, la construcción del embalse sepultó bajo sus aguas su legado histórico, y con él, su riqueza arquitectónica y esos privilegios adquiridos a lo largo del tiempo. Y es que, las mentes pensantes que gobernaban el país por aquella época, en connivencia con algún empresario energético, decidieron que era el sitio idóneo para situar la presa de una central hidráulica. A consecuencia de aquello, el pueblo se reubicó en una zona más alta, y aunque parezca inverosímil, su iglesia de San Juan fue trasladada piedra a piedra a lo que sería la plaza mayor del nuevo Portomarín.  Recuerdo que mi amigo Tito, natural de aquí, me contó que él  junto a su familia sufrió en primera persona los avatares de aquel  conflicto, en el que  ante la negativa de los lugareños  a abandonar sus casas, los poderes fácticos de aquellos días decidieron aplacar la revuelta popular dinamitando sus casas. Actualmente, cuando el nivel de las aguas del Miño desciende es posible pasear por parte de sus antiguas calles y contemplar los restos de su antiguo puente romano....Yo he tenido ese amargo privilegio.





Iglesia de San Juan,
también llamada de
San Nicolás, Portomarín.
    Esta iglesia de San Juan, también denominada como de San Nicolás, fue trasladada piedra a piedra desde el lugar en el que fue levantada en el siglo XII. De hecho, sobre sus sillares se puede apreciar todavía la numeración que establecía el orden de la colocación de los mismos. Claro está, que en este caso me veré obligado a decir que su datación es de mediados del siglo XX, y dado que la mudanza fue en la década de 1960, determinaré que es de estilo "Beat".











 



Iglesia de San Pedro, Portomarín.


Albergue Folgueira, Portomarin.
982 54 5166 / 659 445 651
    Llegamos sin ningún sitio preestablecido para alojarnos, pero en el primer bar que encontramos a nuestro paso en el que entramos para celebrar el fin de etapa, coincidimos con Alex, un chico de Londres que conocimos en Ponferrada y que al parecer anda con Brian, quien nos  comentó que toda la gente con la que iba se habían hospedado en el albergue Folguerira, y que si no teníamos nada previsto, que podríamos ir con ellos. Así que...allá que fuimos. El albergue Folgueira es un establecimiento privado aparentemente nuevo, que resulta ser  muy aconsejable: buenas instalaciones,  limpio, calefacción encendida, y lo principal, una vez más,...el trato recibido por la familia que lo regenta. De nuevo las Almas Errantes, es decir: Giulia, Brian, Roy, y un servidor volvíamos a coincidir bajo un mismo techo. A estas alturas el grupo se ha hecho más cosmopolita, y andan por ahí cerca: Pablo, un chico de la tierra, de A Coruña,  Daniel, un chaval que tenía por polaco, pero que resultó ser de Valencia, un par de italianas, y Alex.




...Con Eugenio Niñe.
   Como en otras ocasiones a lo largo del Camino, aproveché para quedar con Eugenio Niñe, un amigo / pariente que vive en  Lugo, que al conocer que hoy pasaría por aquí, no dudó en acercarse y venir a verme; algo que digamos, todavía hizo más especial mi estancia aquí.








  Y no pudo terminar mejor el día. Si bien comencé con el adiós a Ainhoa, terminé con la sorpresa de reencontrarme con Florian. ¿Quién dijo que los pies del alemán no aguantarían?...¿Fui yo? Pues bien, el germano nos ha recuperado un día y hoy ha recorrido más de cuarenta kilómetros. Qué grata coincidencia.














Velada en albergue  Folgueira, Portomarin.
    Un inciso. Voy a hablar de algo de lo que  aún no he hecho ninguna  alusión. los objetos perdidos. Hoy  en el transcurso de la etapa perdí mis pantalones impermeables, y en eso que lo comenté en el albergue, Giulia abrió su mochila y ...¡eureca!, allí estaban. Por norma, la gente en el Camino recoge las cosas que encuentra a su paso y suponen perdidas, y las llevan hasta el siguiente albergue con el fin de que su dueño las pueda recuperar. Luego, el propietario  aparece o no, pero en cualquier caso ahí quedan, para quien en un futuro las pueda necesitar. En el Albergue Santa Clara de Bercianos, recuerdo que quedaron unos pantalones vaqueros de alguien desconocido. Y yo, volví sobre mis pasos allá por Carrión de los Condes al descubrir que había perdido uno de mis guantes, que afortunadamente acabó entregándome una  chica japonesa que se lo había encontrado,,...hubo suerte. Ésta es la parte buena y bonita....De una botella de gel y otra de champú que olvidé  en Roncesvalles, nunca más se supo;  de un calcetín que se quedó dentro de la lavadora de aquella lavandería en Pamplona, iden;  de mi estancia en León, en casa de mi amiga Magalí, allí quedó mi linterna. Aunque en este caso ya tengo la excusa perfecta para volver a visitarla; y en lo que queda por delante, espero no prescindir involuntariamente de más parte de mi equipaje.


  Seguiremos hablando.

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