Por fin coincidían el amigo Google, el hombre del tiempo, la hospedera de Foncebadón, y el camarero de Hospital de Órbigo. Todos acertaron: hoy nevaría, y sí, puedo afirmar que ni estuvimos a sus puertas, ni nos asomamos a ver lo que había dentro. Hoy sin más, directamente estuvimos en el infierno.
Por suerte, el bar en el que cenamos anoche estaba abierto bien temprano, y decidimos tomar un doble desayuno, pues las inclemencias del tiempo eran tales, que había que tomar las fuerzas suficientes, con el fin de prever que no halláramos ningún otro sitio en el que poder repostar más tarde. El dueño del bar nos advirtió que estaban cortando carreteras en la zona, y todo apuntaba a que iban a quedarse aislados unos días. Algo que por otra parte supongo que asumen como una cosa normal.
Montes de León. |
¡Madre mía!, ¡Qué frío! Comenzamos a ascender las montañas de León, sin apenas darnos tiempo a quitarnos la nieve de los cristales de nuestras gafas de..."sol", y soportando un gélido viento que siempre encontraba un resquicio para colarse entre nuestra equipación. A estas alturas, íbamos caminando hacia la tormenta, y el "Armagedón" estaba a punto de hacer acto de presencia.
En un momento dado, sobre la nieve, alguien que pasó antes que nosotros escribió sobre la nieve un "MERRY CHRISTMAS", a modo de saludo. Supongo que lamentaré no haber plasmado en una instantánea aquel mensaje, pero en pleno vendaval resultaba difícil sacar el móvil del bolsillo para hacer una fotografía;...una pena. Pero era importante mantener el ritmo de paso junto a Roy y Levin.
Anduvimos unos dieciocho kilómetros hasta llegar a la "civilización", en el Acebo, caminamos sobre un manto de nieve de más de 15cm de espesor, y soportamos estoicamente las incesantes agujas de hielo que incidían en nuestros rostros. En aquel momento, vinieron a mis pensamientos esos documentales de la serie "Al filo de lo imposible", en los que sus reporteros, afrontan situaciones realmente adversas para completar sus reportajes. Indudablemente, y salvando las distancias, en la historia de mi vida es lo más cerca que me he sentido del Annapurna.
A la altura de Foncebadón,...y digo bien, a la altura, a 1.504 metros de altitud, en el que se considera el punto más alto de la ruta jacobea, se encuentra la denominada Cruz de Ferro. Es un monumento que consiste en un poste de madera coronado por una cruz de hierro. Está situado sobre un montículo de piedras y lógicamente, esta cruz es una réplica de la original, expuesta en un museo de Astorga, y la colocó aquí en el siglo XI un tal Gaucelmo. Un abad que residía entre las villas de Foncebadón y Manjarín. El fin de la singular señal, era marcar el trazado del Camino en invierno, cuando éste se ocultaba bajo la nieve. La elección de este enclave por el religioso no fue una decisión al al azar, ya que hay teorías que sitúan en este lugar un altar romano dedicado al dios Mercurio (protector de los caminos). Hay quien habla y sostiene a la vez, que era una manera de establecer la frontera entre dos circunscripciones romanas, e incluso, algunos que van más allá, y lo llevan a un origen celta; civilización que solía marcar los cruces de caminos con montículos hechos a base de guijarros. Posteriormente, el auge de las peregrinaciones dio pie al ritual romántico de traer una piedra en el bolsillo del sitio de procedencia para, colocado de espaldas, tirarla a la base de esta Cruz de Ferro. Esta costumbre, digamos que moderna, la llevaban a cabo los los jornaleros gallegos que cruzaban por aquí, camino de los campos de Castilla, con el propósito de alejar los malos augurios. Historia o leyendas al margen, si llegas a leer estas letras antes de partir, no estaría de más que trajeras una piedra para realizar el citado ritual, que aunque así de entrada, parezca una tontería, pienso que no deja de tener su encanto. A buen seguro que en alguna ocasión te ha dado por hacer el baile de "Los Pajaritos", el del "Aserejé", o el "Gangnam Stile" de PSY. Por no hablar de la Fontana di Trevi en Roma. Y ojo, allí lo que es típico, es lanzar una moneda, y no una piedra, con lo que ésto sale más barato.
Es lo que tiene no venir del todo preparado para afrontar un día como el de hoy. Estos dos chicos pasaron la noche con nosotros en el albergue de Rabanal, y esta mañana empezaron a caminar antes que nosotros, pero el fuerte viento y la nieve, les obligó a refugiarse bajo este parapeto. Espero que pudieran reanudar la marcha, aunque lo que es en el albergue de Ponferrada, no les vi.
Por fin, y no me preguntes cómo, después de conseguir atravesar los montes de León, Roy y yo descendimos hasta El Acebo, un pueblecito anclado a la ladera de la montaña, que de alguna manera nos vino a decir que lo peor ya había pasado. Y ahora, quédate con esta calle de la foto: según entras en bienaventurado El Acebo, y a mano derecha, se encuentra lo que debe de ser el purgatorio en forma de bar. Comento ésto, ya que las sagradas escrituras establecen que es el lugar que hay justo al salir del infierno.
Y volviendo a esas sagradas escrituras, y sin ánimos publicitarios, invoco al santoral y digo:...que vivan los arcángeles, y...¡QUE VIVA SAN MIGUEL!.
Caña de San Miuel. |
Y volviendo a esas sagradas escrituras, y sin ánimos publicitarios, invoco al santoral y digo:...que vivan los arcángeles, y...¡QUE VIVA SAN MIGUEL!.
Puedo garantizaros que esta cerveza ha sido la más sabrosa que me he tomado desde el día en el que me eché el primer trago de este zumo semiamargo a la boca cuando tenía..."X" años. Aquel día, mi amigo Francis y yo huíamos de un policía (no entraré en detalles) y...bueno, cuando nos encontrábamos a salvo, nos dimos de bruces con un puesto de promoción de una marca de cerveza en el que pudimos aplacar la sed del momento.
PD: la primera cerveza que probé en mi vida fue una Estrella de Levante.
Un buen fuego en un rincón de aquella taberna, nos llevó a alargar aquella parada algo más de lo habitual. tengo que añadir, que no tuvimos el más mínimo reparo en distribuir toda la ropa empapada, a modo de tendedero alrededor de su cocina de leña;...es lo que tiene la necesidad. Por cierto, al entrar en aquel bar nos reencontramos con Brian y Giulia, es de suponer que nuestros destinos vuelven a cruzarse. En eso que estábamos allí sentados, recibí la llamada de Ainhoa, quien me decía desde el albergue Alea de Ponferrada, que ya estábamos tardando. Mira por dónde la cosa se anima.
Proseguimos descendiendo, y nos adentramos en Riego de Ambrós, una villa en cuya entrada nos recibía la ermita de San Sebastián. Es una pequeña capilla de estilo románico, que permanece en pie desde el siglo XII. Tras recorrer la aldea de punta a punta, nos encontramos, para que el día fuera más acorde con su extrema dureza, con un sendero que discurría por el interior de una rambla repleta de cantos rodados, que hasta Molinaseca, la siguiente población, llegué a ser un canto rodado más, al menos en un par de ocasiones.
Nada más llegar a Molinaseca, a mitad del puente de Los Peregrinos (sobre el río Meruelo), desde la terraza de...,no iba a ser de menos..., un bar, un silbido y un brazo agitándose en la distancia nos pedía que nos acercáramos hasta allí. Se trataba de Levin, a quien habíamos perdido de vista en pleno infierno. Accedimos a aquel balcón del Mesón Puente Romano, que es un lugar idílico para contemplar las .vistas de la localidad. En especial del río, de su puente, y de su iglesia de San Nicolás. Sin duda una perspectiva a modo de postal. Un señor que coincidió con nosotros en aquel mirador, me contó que el pueblo de Molinaseca tuvo su origen en aquel puente romano, y me habló de otra singularidad de aquella comarca: resulta, que el pueblo que se hace llamar Riego de Ambrós, no tiene agua, y éste, el que se conoce como Molinaseca, es atravesado por un río. Avatares de las denominaciones de las villas desde antaño.
PD: la primera cerveza que probé en mi vida fue una Estrella de Levante.
Un buen fuego en un rincón de aquella taberna, nos llevó a alargar aquella parada algo más de lo habitual. tengo que añadir, que no tuvimos el más mínimo reparo en distribuir toda la ropa empapada, a modo de tendedero alrededor de su cocina de leña;...es lo que tiene la necesidad. Por cierto, al entrar en aquel bar nos reencontramos con Brian y Giulia, es de suponer que nuestros destinos vuelven a cruzarse. En eso que estábamos allí sentados, recibí la llamada de Ainhoa, quien me decía desde el albergue Alea de Ponferrada, que ya estábamos tardando. Mira por dónde la cosa se anima.
Ermita de San Sebastián, Riego de Ambrós. |
Iglesia de San Nicolás, siglo XVII, desde el balcón del mesón Puente Romano, Molinaseca. |
Los últimos ocho kilómetros hasta Ponferrada transcurrieron a suelo llano, y en su mayoría, anduvimos por una acera pegada a la carretera, con la única localidad intermedia de Campos. Atrás quedaba el recuerdo polar de nuestro paso por la comarca de Maragatos, para adentrarnos en la del Bierzo. A las afueras de Ponferrada, nos encontramos con Giulia, que a duras penas conseguía enlazar un paso con otro;...mucho tendrán que cambiar las cosas para que mañana pueda salir a caminar. Ya te digo.
Una vez en el albergue, y como era de esperar, Ainhoa nos dio la bienvenida, con la extraña sensación de que parecía que había sido ayer cuando nos despedimos de ella en Pamplona. Su idea es llegar a Santiago con nosotros, siempre y cuando sus pretensiones no se vean alteradas por otro problema inesperado. Al entrar en el albergue, nos reencontramos con la chica lituana con la que coincidimos el día de Hospital de Órbigo, que estaba ansiosa por llegar a Astorga. Pues bien, su atrevimiento le obligó a echar pie a tierra, y desplazarse hasta aquí en autobús. Y de momento, según me ha comentado, sus pies llagados le impiden calzarse sus botas mañana. Aquella imprudencia de no hacer noche aquel día, le ha llevado en cierto modo a permanecer tres días en el dique seco.
Los últimos ocho kilómetros hasta Ponferrada transcurrieron a suelo llano, y en su mayoría, anduvimos por una acera pegada a la carretera, con la única localidad intermedia de Campos. Atrás quedaba el recuerdo polar de nuestro paso por la comarca de Maragatos, para adentrarnos en la del Bierzo. A las afueras de Ponferrada, nos encontramos con Giulia, que a duras penas conseguía enlazar un paso con otro;...mucho tendrán que cambiar las cosas para que mañana pueda salir a caminar. Ya te digo.
Una vez en el albergue, y como era de esperar, Ainhoa nos dio la bienvenida, con la extraña sensación de que parecía que había sido ayer cuando nos despedimos de ella en Pamplona. Su idea es llegar a Santiago con nosotros, siempre y cuando sus pretensiones no se vean alteradas por otro problema inesperado. Al entrar en el albergue, nos reencontramos con la chica lituana con la que coincidimos el día de Hospital de Órbigo, que estaba ansiosa por llegar a Astorga. Pues bien, su atrevimiento le obligó a echar pie a tierra, y desplazarse hasta aquí en autobús. Y de momento, según me ha comentado, sus pies llagados le impiden calzarse sus botas mañana. Aquella imprudencia de no hacer noche aquel día, le ha llevado en cierto modo a permanecer tres días en el dique seco.
El albergue Alea es la apuesta empresarial de Esperanza y Amelia, sus hospederas. Dos emprendedoras que decidieron reconvertir una casa en un alojamiento para peregrinos. Es un establecimiento sobradamente recomendable. Sus instalaciones son limpias y confortables, y cuenta con habitaciones para cinco personas (no dan la sensación de masificación de otros sitios). Aunque lo más importante a destacar, sin duda, ha sido el trato recibido por parte de sus dueñas;...quién se lo iba a decir a ellas,...se habían planteado dar por concluida la temporada para este fin de semana, y se han visto obligadas a colgar el cartel de "COMPLETO" sobre su puerta.
Albergue Alea, C/Teleno 33. Ponferrada.
Telf: 987 40 41 33 / 660 41 62 51
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Seguiremos hablando.
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